COMUNIDAD DE VECINOS


Una de las razones por las que me mudé a este vecindario fue la amabilidad de la portera, una portera de las de toda la vida, servicial y cómo no, cotilla hasta el extremo. Pero lo que más me impresionó fue el gato que la seguía a todas partes, a mí me gustan los animales, no hasta el punto de considerar habitar con uno de ellos, pero, este gato tenía algo especial. Era gordo, lustroso, un poco perezoso, y una mirada que traspasaba a cada vecino y les hacía sonreír, incluso a la señora mayor del cuarto que odia a los animales y cada vez que le ve sin compañía de la portera le suelta un puntapié, ella sonríe y el gato bufa, ahí acaba la relación. La portera le alimenta cada mañana y el gato está puntual a las ocho delante del edificio esperando que llegue su desayuno, a media tarde recibe su merienda y de vez en cuando husmea en alguna bolsa de algún vecino y recibe algún pedazo de fiambre, es un gato extraño, un poco como el del País de las Maravillas, pero este no desaparece, se deja ver. De vez en cuando se va de paseo con algún que otro gato callejero de los alrededores que aparece en busca de alimento y comparte su almuerzo, los perros de otros vecinos se acercan a saludarle siempre que le ven, a base de ladridos y aspavientos de cola, pero este gato no habla idioma perruno y les ignora, lo que irrita a los perros amaestrados, pero no les quita las ganas al día siguiente de volver a saludarle. Se podría decir que es un gato majestuoso, no necesita ensuciarse las patas para conseguir comida, duerme en una caja de cartón en un rincón y aunque no ve bien a sus años, distingue a cada vecino y extraño por su olor y por su voz.
Ay si el gato, que por cierto no tiene nombre, hablara y decidiera contar todo lo que ve cada día desde su existencia. A las ocho y cuarto de la mañana sale el vecino oriental del portal para abrir su tienda y le sonríe, el gato se ha acercado alguna vez a la tienda de la esquina, pero en vistas de que nunca recibe nada de la tienda, se ha vuelto a su rincón a esperar su desayuno que la portera le prepara con esmero. Algunos vecinos, entre ellos la vecina del cuarto se han quejado de que la portera atiende más al gato que a las escaleras y hace un mes tuvo que cambiar su caja a otro lugar del jardín porque algunos vecinos, entre ellos la vecina del cuarto se han quejado de que no les gustaba la presencia del gato delante de la casa. Pero la portera se va a su casa a las siete de la tarde y el gato permanece en su lugar; son sus ojos, yo pienso que la portera y el gato están conectados telepáticamente o algo por el estilo, porque la portera conoce costumbres y usos de cada vecino domingos y festivos; como ese chaval alto que visita a la vecina treintañera que vive sola en el segundo, él sale con un olor especial del portal cuando se despiden, un olor que al gato no le dice nada porque hubo un momento que otro vecino veterinario le llevó a su clínica para castrarle, sólo por precaución, no sea que aparecieran más gatos a la protección de la portera y se armara el lío en la reunión de vecinos.
El gato a quien menos soporta es a los nietos de los del sexto cuando vienen de visita a sus abuelos, son maleducados hasta el extremo, no es que le moleste especialmente que le tiren del rabo y los bigotes y se suban encima de él, es el ruido que hacen y el jabón de manos sin agua que su madre les obliga a echarse cada vez que le ven, por favor, si él es un gato limpio y aseado. Con la niña del tercero el gato está encantado, es educada y le habla. A este gato le gusta que la gente le hable, especialmente los niños, si son educados.

Como compruebo cada día es un gato raro, se deja acariciar y se acerca a la gente. Una vez que llovía a mares intentó colarse en el portal y ahí sí que se asustó. Se le encontró la vecina del primero y a pesar de ser orondo, el gato saltaba de escalera en escalera, maullando como un descosido con miedo a que alguien le secuestrara y le llevara a su casa. Ante todo, dignidad, él es un gato callejero con misión, no es un gato doméstico y vago. Su misión consiste en ser el ayudante de la conserje, ya conoce a todos los repartidores y sabe el consumo promedio de cada piso, dato que a la conserje le interesa muchísimo, controla los viajes, idas y venidas de cada vecino. Nunca se aleja demasiado, salvo su relación con los gatos callejeros, sólo por informarse de si habrá algún cambio en el entorno.
Un día me siguió hasta la tienda de la esquina. Sólo compré lechuga y queso pero, pude comprobar al ofrecerle una hoja de lechuga que es un gato exquisito, desde entonces cada vez que abro la ventana por la mañana para ventilar, le observo, él me observa y cuando nuestras miradas se cruzan se da la vuelta y me muestra sus cuartos traseros. Me pregunto qué sabrá la portera de mí.

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